jueves, 5 de febrero de 2009

la belleza maldita

La culpa, amante engañosa. Asume muchos disfraces, cuidado! pues nunca se sabe que forma asumirá. Nos coquetea, acaricia y envuelve, nos rodea y describe mundos idílicos y es así que sucumbimos ante ella...

Todo es más divertido, más excitante, nuevo y aventurado, mas... peligroso. Es el momento, nos dice. Hay que disfrutarlo, repite. Sólo se vive una vez, y es así que desfilamos por el borde de la cornisa, sabiendo que es un sendero que se adelgaza y adelgaza cada vez más, hasta que eventualmente, caemos.

Entonces, ese momento ha terminado, la adrenalina ha cesado y nos persigue para siempre la sombra de aquella jornada "fantástica", una "odisea" ilusa a nuestra utopía, o lo que más se remonta a esta.

Deviene un desasosiego, una ligera desazón que nos deja un sabor insípido de lo que fue, seguido por una agonía ininterrumpida, la cual crea un camino bifurcado al anterior sin permitirnos reelegir. Sólo sabemos que hay más por venir, pero sin tener noción alguna de qué exactamente.

Este camino, es un camino descendente y espiralado, la soledad me inunda. Sé que hay más de mi especie. Vuelco mi mirada a los segmentos visibles, pero no hay rastro alguno... se encuentran en sus propios senderos bifurcados de la inocencia e ingenuidad rota a la cual nunca más podrán volver a retomar.

Que irónico entonces se torna todo, las vendas nos son retiradas y tomamos conciencia de lo que éramos gracias, y tan sólo gracias a lo que ahora somos. Entonces, que es la vida si no es un juego de extremos o partes antagónicas, donde tan sólo uno reconoce la existencia de la otra por su existencia misma.

La vida entonces cobra una belleza maldita, pues para darse cuenta de que en algún momento me halle en el paraíso, debo primero descender al infierno mismo.

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